Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios;
de gracia recibisteis, dad de gracia. Mateo 10:8.
A nosotros nos encanta cuando nos obsequian un regalo, nos invitan a cenar, nos abrazan, nos dan un buen consejo, por lo cual nos sentimos halagados, y en espera de otra ocasión para recibir. De parte de nuestro Dios, recibimos su amor, su misericordia y nuestra salvación tan grande. Pero cuando se trata de dar, la situación se torna diferente, en lo posible, nos abstenemos, porque nos cuesta desprendernos de lo que tenemos.
El Señor Jesús, nos enseña un principio fundamental para vivir: Él se ofreció íntegramente por nosotros, sanó enfermos, liberó a los endemoniados, dio su vida en la cruz por nuestra salvación, nos dio todo, sin merecer nada y sin pedir nada a cambio.
¿De lo que hemos recibido de parte del Señor, que tanto damos? Siempre encontraremos en nuestro camino, personas muy necesitadas, necesitadas de escuchar el mensaje de salvación, necesitadas de un empleo, de una orientación correcta, de tiempo para ser escuchadas, de una expresión de afecto, y el Señor con toda autoridad, nos dice: “les he regalado todo, sin pedirles nada a cambio, de la misma manera, denles a los necesitados, cambien su mentalidad posesionista, y entiendan que se es más feliz, dando que recibiendo”.
Cuando le das un regalo a un niño, su sonrisa y su alegría, no tienen ningún precio, así mismo, la bendición de poder servir a otros, debe ser nuestra satisfacción más grande. Cuando tú le das a un pobre, le estás dando a Dios, y Él te recompensara por esto.
A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar. Proverbios 19:17
Emma Cecilia Calderón
Ministerio Agua de Vida