“Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre; que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed, donde no había agua, y él te sacó agua de la roca del pedernal; que te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien;” Deuteronomio 8:11-16
Probablemente hoy lees estos versículos y te sientes lejos de la realidad descrita, es decir pasas por momentos de sequedal, de deuda, de prueba, de desierto, de disciplina y crees que siempre vas a estar allí. Te tengo noticias, adelante saldrás de tu prueba, puertas de bendición, oportunidades para bendecir a otros y aún caminos de abundancia se abrirán para ti.
Pero la Biblia te advierte que hoy tu corazón debe hacer un pacto con el Dios eterno, un pacto de no olvidarte de Él cuando todo mejore, de no creer que fue tu mano, ni tus fuerzas, ni tu inteligencia, ni tu gran espiritualidad, ni tu talento lo que que te llevó a ver la victoria.
La prueba más grande sobre la integridad de alguien no está en el desierto, está en Canáan (Tierra prometida). La prueba más grande de tu fidelidad se encuentra cuando todo está peligrosamente bien. Que el Señor incline nuestro corazón hacia Él, nos haga dóciles a sus designios y nos permita ver grandes victorias para su honra y para su alabanza
Bendiciones
Alejandro Vargas