“Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” 2ª Corintios 10:3-5
Las fortalezas espirituales son patrones de pensamiento que se adquieren por el contacto con el mundo o como resultado de la influencia de Satanás.
El pastor Edgardo Silvoso, una autoridad en materia de guerra espiritual, da la siguiente definición. “Una fortaleza es una mentalidad impregnada de desesperanza que causa que el creyente acepte como inmutable alguna cosa que sabe que es contraria a la voluntad de Dios”.
Las fortalezas espirituales son pautas de pensamiento negativas, que impiden avanzar, que frenan el crecimiento.
Las fortalezas se levantan en:
- Las relaciones interpersonales, (Padres, cónyuge, hermanos, creyentes, etc.)
- Con nuestro propio yo, cuando defendemos nuestro derecho a: sentirnos ofendidos, disponer de nuestro tiempo, a hacer lo que nos da la gana con lo que tenemos, el derecho a la autocompasión y la auto justificación, el derecho a ser comprendido, a criticar.
- Con nuestra perspectiva de Dios, cuando permitimos que el enemigo nos convenza que no podemos levantarnos ni cumplir eficazmente con nuestro llamamiento.
El nuevo testamento insiste en que debemos: crucificar la carne, echar fuera demonios y derribar fortalezas.
Las fortalezas caen cuando permitimos que nuestra mente sea renovada por el poder del Espíritu Santo, cuando confrontamos filosofías de vida erróneas a la luz de la palabra de Dios y cuando dejamos de disculpar nuestro comportamiento con excusas como: “Yo soy así”, “Nadie puede cambiar”, “todos tenemos problemas”, etc.
La vida es una batalla, se experimenta oposición diariamente, pero tenemos armas poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.
Bendiciones en este día
Alejandro Vargas
Agua de Vida